1- Tener un conflicto claro.
En su forma más básica, una historia es aquello sobre alguien que quiere algo pero no lo consigue o no lo hace. Ese deseo del personaje nos trae el conflicto que hace avanzar la historia. La aparición del conflicto es el inicio, la resolución es el final.
2- Que sea simple.
Siempre puedes crear añadiendo detalles y matices a una historia simple. Es mucho más difícil – y menos satisfactorio- simplificar una historia complicada. Acortar una historia larga es arruinarla. Encuentra la versión más simple de tu cuento y constrúyela a partir de ahí.
3- Tómate tu tiempo para contar la historia.
Los narradores principiantes a menudo se preocupan de que su audiencia se esté aburriendo y por eso aceleran su narración. Desafortunadamente, esto produce el efecto contrario. Tómate tu tiempo para contar la historia, deja que respire y tu audiencia lo apreciará.
4- Recuerda los detalles sensoriales de tu historia…
Tus palabras crean un mundo, y para hacerlo necesitas atraer todos los elementos de ese mundo – sonidos, imágenes, olores, sabores y sensaciones. Eso es lo que enraíza a la audiencia en el mundo de la historia que estás contando.
5- … pero no te pierdas en los detalles superfluos.
… porque los detalles superfluos hacen tu historia aburrida. Este tipo de detalles tienden a ser expositivos, dando información innecesaria. Dale a tu audiencia información “que necesiten saber”, proporcionando únicamente lo necesario para conocer lo que ocurrirá a continuación.
6- Cada historia es un misterio.
Una historia bien contada es una donde tu puedes detenerte en cualquier punto y dejar al lector preguntándose “¿y entonces qué pasó?”. Cada vez que una pieza del misterio se resuelve, otra debe aparecer y eso es lo que nos mantiene escuchando, hasta que alcanzamos el final. Si te encuentras dando una conferencia, da un paso atrás y encuentra “el misterio”.
7- Conoce el final de tu historia.
Conoce donde está tu frase final. Y después de decirla, detente.