Obviamente este tipo de estructura no es muy habitual en otros medios como puede ser el cine. No en vano, es una invención occidental y su narrativa está firmemente atada al paradigma aristotélico, haciendo que el espectador demande sistemáticamente este tipo de estructura para disfrutar de la historia.
Sin embargo, encontramos algún ejemplo de Kishōtenketsu en películas orientales y que han protagonizado un notable éxito incluso ante el público occidental, a pesar de servir como primer acercamiento a este tipo de estructura. Es el caso del genio de la animación Hayao Miyazaki y su obra de culto “Mi vecino Totoro”.
En dicha película se narran las vacaciones de verano de unas niñas en un entorno rural, mientras esperan a recibir noticias de su madre en el hospital. Sin embargo, lejos de hacer hincapié en el drama de la espera y en los sentimientos de tristeza de unas niñas ante una madre ausente, la película sucede en gran parte de su metraje de forma contemplativa ante la maravilla mágica del bosque.
Pasamos gran parte de la película descubriendo a través de los ojos de la más pequeña las flores que crecen alrededor de la casa, explorando túneles escondidos entre la maleza o durmiendo bajo la sombra cálida de un enorme árbol.
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